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Jabones de tocador

Cuando me escapo a Barcelona tengo dos rituales:

1. Comer una buena paella, a pie de playa, en el chiringuito de Escribá (Ronda Litoral, 42; tel. 93 221 07 29). Me fascina. La verdad es que me cuesta comer arroz y pasta. Sí, debo ser una rara, pero le di a los carbohidratos con tanto entusiasmo en mis años universitarios, que he llegado a aborrecerlos. Así que, poco a poco,  los he ido reintroduciendo en mi dieta, porque son fundamentales y, si se consumen con cabeza, no engordan. Os prometo un post de nutrición.

2. Mi otra visita obligada es escaparme al Gótico y visitar la tienda de Jabones Hermanos Sabater. Me encanta la historia detrás de esta empresa familiar y su tienda es como un viaje al pasado.

Los tres hermanos Sabater (Eliana, Martín y Sebastián) heredaron de su abuelo, Sebastián Sabater, su pasión por los jabones y la perfumería. Además, de este espacio Barcelonés, dedicado al culto del jabón, cuentan con otros en el barrio de Palermo (Buenos Aires), Atenas y Santiago de Chile. En la tienda taller de Barcelona puedes ver  la antigua maquinaria para la elaboración del jabón y todas las pastillas están expuestas para que las puedas tocar y oler. Un disfrute para los sentidos. Además de las clásicas pastillas redondeadas, tienen otras propuestas en forma de pétalos, estrellas, e incluso pelotas de golf, elaboradas a partir de vieja lavanda, colonia, vainilla, coco, rosa… También realizan encargos personalizadas. ¡Me pasaría allí horas!

Mis últimas adquisiciones: jazmín y caléndula. 

Me encanta el packaging con cierto aire retro.

Hasta usarlas, guardo las pastillas en los cajones de la ropa interior, en los armarios o entre las sábanas para perfumarlas.  

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Cristina Mitre