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Melenas de leyenda

Las periodistas de belleza tenemos nuestros temas favoritos. Esas historias recurrentes que siempre te interesan y que cuando escribes sobre ellas tu mente suele ir más rápido que tus dedos, porque simplemente te «arrebatan». Para mí (si llevas tiempo leyendo este blog sabrás la respuesta) en mi top tres están los temas de pelo, fitness/nutrición y rostro.

Hoy, os traigo una Historia (con mayúsculas) sobre grandes peluqueros. Porque el tema capilar da para algo más que keratinas, champús y rizos. De hecho, ha habido grandes creadores que a golpe de tijera y de peine han escrito la historia de nuestras lustrosas cabelleras. Hace poco, me llegó a redacción una pequeña joya. Una edición limitada (sólo para prensa) de un curioso libro: «Tan famosos como sus clientes». Editado con motivo del lanzamiento de la loción capilar anticaída de Oenobiol Paris (avalado por cinco estudios clínicos previene y retrasa la caída del cabello mientras proporciona más volumen, 19,90 €) detalla curiosas historias de peluqueros que crearon leyenda armados tan sólo de tijeras y cepillos.

Como no está a la venta, hoy quiero compartir con vosotras algunas de esas historias, porque ellos son a la peluquería lo que Dior, Chanel o Balenciaga a la moda. Verdaderos genios que dejaron huella más allá de las cabezas de sus famosas clientas.

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Si te hablo de Antoine, seguro que no te provoco ni frío ni calor. Pero si menciono la palabra «Bob» o «estilo Garçon» seguro que suena alguna campana. Sí, él fue el creador del famoso look que han llevado desde Coco Chanel hasta Victoria Beckham. En 1910,  Antoine (su nombre real era  Antek  Cierplikowski) le cortó el pelo a la actriz Eve Lavalliére, quien había cumplido los cuarenta años y aspiraba a hacer de jovencita en una película. Él, inspirándose en Juana de Arco, le cortó el pelo bien corto y así nació el archifamoso Bob, también conocido como el look garçon y que marcó la Belle Époque. El «Bob» se convirtió en el estilo del momento y Antoine inauguró entonces su propio salón en la rue Cambon. Precisamente, en el 31 de la misma calle estaba la boutique de Chanel. El flechazo entre el peluquero y la diseñadora fue instantáneo y el resto es historia.

Sin duda, es mucho lo que la industria cosmética le debe a Antoine, porque no sólo fue el inventor del mítico corte de pelo. Además, creó la primera línea de productos profesionales, desde el champú, al tinte capilar no orgánico, pasando por las lacas para el pelo a base de alcohol.

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Sydney Guilaroff comenzó su carrera en el salón que el mismo Antoine había abierto en nueva York. Primero barriendo, hasta que empezó a hacer sus pinitos con la tijeras… y la famosa actriz Joan Crawford se fijó en él. Tanto le gustó el estilo de Mr. Sidney (se hacía llamar así) que en 1932 se mudó a Hollywood y, con la ayuda de Crawford, comenzó a trabajar para los estudios Metro Goldwyn Mayer.  Fue el principal  estilista de la Metro hasta finales de 1970 y de hecho, participó en más de 1.2000 rodajes. Por eso, se le conocía como «el hombre de las tijeras de oro». Por sus habilidosas manos pasaron algunas de las cabezas más famosas de Holywood, de la Monroe a la Dietrich. Entre otras curiosidades, fue el encargado de convertir de nuevo a Judy Garland en una niña (trenzas incluidas) en el «Mago de Oz»; peinó a Grace Kelly el día de su boda con Rainiero de Mónaco y evitó que Elizabeth Taylor tuviese que despedirse de su larga melena azabache. En la película «Fuego de juventud», la actriz interpretaba a un joven jinete y el director Clarence Brown estaba empañado en cortarle el pelo. Para engañar al director, Sidney diseñó una peluca pegada a la gorra de jinete de Taylor y así la actriz no tuvo que cortarse ni las puntas. Aquello marcó el nacimiento de una larga e intensa amistad.
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En los años 60, Leonard (de apellido Lewis) trabajaba en el salón del famoso Vidal Sassoon en Londres y allí aprendió la técnica de uno de los peluqueros más famosos de la historia.  Con el tiempo, se independizó y montó su propio salón en el exclusivo barrio de Mayfair. Su clientela sería tan glamurosa como la del propio Vidal. Jackie Kennedy, los Beatles, Jerry Hall y Audrey Hepburn eran algunos de los sospechosos habituales que rondaban por su salón. De hecho, la suya fue la primera peluquería unisex. Juntos pero no revueltos, porque atendía a hombres y mujeres en habitaciones separadas. Su momento cumbre llegó en 1966, cuando creó el corte de la modelo Twiggy. Tardó ocho horas (uff!) en elaborar el look que le llevaría a él (y a la modelo) al estrellato y se convertiría en la insignia capilar de toda una generación. Además, Leonard colaboró con el director de cine Stanley Kubrick y fue responsable de diseñar la imagen de películas como la «Naranja mecánica» o las maravillosas pelucas que lucía Marisa Berenson en «Barry Lyndon».

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Su madre insistía en que «los chicos normales no hacían eso» y Kenneth Battelle le demostró a su madre que sí, estaba en lo cierto. Él no era un chico normal, era un visionario de la tijera. Comenzó a trabajar en el salón de Helena Rubinstein en la Quinta Avenida neoyorquina y  su vida cambiaría para siempre cuando una joven recién casada Jackie Kennedy se puso en sus manos. De hecho, él llegó a diseñar para la Primera Dama unos rulos de metacrilato extragrandes. Mucho antes que Pantene, él ya hablaba de cabello, sano fuerte y brillante. Por eso, Marilyn Monroe se puso en sus manos. La actriz estaba desesperada con su pelo. Después de tanta decoloración, la pobre debía tener la melena como un Scocth Brite y el peluquero consiguió suavizarla. Un cotilleo: en 1962 peinó a Marilyn para la fiesta del 45 cumpleaños de John Kennedy, en la que le dedicó el archifamoso «Happy Birthday Mr President».

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Con Oribe tengo yo una pena negra. Lo conocí en  unos premios de Wella y ni me di cuenta de que era él. ¡Menudo fallo! Me hacía gracia su look de Dandy caribeño, pero no le reconocí. Algo habitual en mí, porque no es la primera vez que me pasa. Hace más de quince años, conocí a la gran Isabella Blow en Londres (la estilista que descubrió a McQueen y Galliano. Una auténtica visionaria de la moda). En aquella época, me tocaba recorrerme Londres cámara en mano (cuando todavía eran de carrete!) para fotografiar a gente con looks curiosos (luego producíamos un informe de tendencias), era algo así como una cool hunter pero en versión muy modesta. Durante la famosa semana de la moda londinense, me encontré a Isabella (no tenía ni idea de quién era) vestida con un look inmaculado, blanco nuclear de pies a cabeza, a medio camino entre un astronauta y el famoso muñeco de Michelin. Me acerqué, le pedí permiso para hacerle una foto y le pregunté de quién era su look. Respuesta: «McQueen, darling». Menos mal que no le pregunté cuál era su nombre. Cuando le enseñé las fotos a mi jefa, no podía creer que hubiese parado a la mismísima Isabella Blow para hacerle una foto. En fin, que me disperso. Volviendo a Oribe. Aunque nació en Cuba en 1954, fue en Nueva York donde encontró la fama. En 1984, firma tres portadas de ELLE USA, comienza a trabajar con los fotógrafos Richard Avedon e Irving Penn. Pero su momento de gloria le llega con el dúo formado por el fotógrafo Steven Meisel y el maquillador François Nars. Y le dúo pasó a trío y con ellos nacía el fenómeno «topmodel». Cindy, Naomi, Claudia, Christy… todas ellas pasaron por sus diestras manos. Muy fan de las melenas con mucho volumen y de los postizos (dice viajar con diez maletas llenas de pelucas) aprendió a fijar bien una peluca con la ayuda de Diana Ross. Ojalá se cruce de nuevo en mi camino.

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Por cierto, si con el cambio de estación notáis que el pelo está más débil o que se cae (si pierdes más de 100 cabellos al día, consulta con un tricólogo) no es mala idea apostar por un completo nutricional. Oenobiol capilar Revitalizante contiene Biotina o Vitamina B8, que, por cierto, sólo funciona si se toma por vía oral (el champú de caballo es otra leyenda urbana) y semillas de calabaza que actúan directamente sobre el bulbo piloso, frenando la acción de la encima 5 alfa-reductasa, causante de la caída del cabello.  60 comprimidos, 20,50 €; en farmacias y parafarmacias.

Si queréis ver otras historias capilares curiosas echad un ojo a estos vídeos. Uno es un interesante, y muy divertido documental sobre el negocio del «pelo afro» y otro explica cómo se lava el pelo una astronauta. Espero que los disfrutéis. El jueves más y mejor.

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