Recuerdo con precisión qué llevaba puesto aquel día: una chaqueta de lana marrón, una camiseta blanca de manga larga y unos pantalones pitillo negro. Llevaba desabrochado el último botón, porque se clavaba justo sobre los puntos de la laparoscopia de hacía diez días. “La próxima vez que te vea en este hospital será para tener tu primer hijo”, me dijo el Dr Solis al darme el alta. Ahora, dibujaba sobre una una hoja cómo iba a ser la próxima intervención, porque tras biopsiar el quiste que me había quitado de mi maltrecho ovario derecho, había encontrado células “raras”, como intentaba explicarme (sin éxito) mi madre, a quien el médico había llamado para que fuésemos con urgencia a su consulta. Y allí estábamos los tres: mi padre, mi madre y yo como en una realidad paralela, en aquel despacho del hospital de Cabueñes de Gijón, donde el tiempo, mi tiempo, parecía haberse parado. Tenía 25 años y me acababan de diagnosticar un cáncer de ovario.
Creo que cualquiera que haya pasado por una situación así lo recordará con el mismo nivel de detalle que yo, porque como dice, Joan Didion, “todo cambia en un instante”. No lloré en aquel momento, porque me parecía imposible que aquello me estuviese pasando… ¡a mí! Solo cuando tuve que verbalizarlo y contárselo a mi novio (hoy mi marido) y a mis amigas fui consciente de aquella ola inmensa que estaba a punto de engullirme.
Dicen algunos oncólogos que muchos pacientes lo primero que preguntan es si van a perder el pelo con la quimioterapia. En mi caso, mi única preocupación era conservar el ovario izquierdo, porque me daba terror la menopausia tras haber visto cómo mi madre había sufrido la suya. Es curioso cómo funciona nuestra mente y cómo cada uno nos proyectamos frente a la enfermedad y, por eso, he querido preguntar a un experto cómo se afronta el cáncer y qué decirle (y qué no) a un enfermo.
“El mejor afrontamiento del cáncer es el activo. Y aquí es donde surgen las dudas y donde se difunden, a veces, mensajes erróneos y que pueden ser peligrosos y dañar a los pacientes», explica Marta Redondo, Doctora en Psicología, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad Camilo José Cela y directora del área de salud del Instituto IPES, quien nos da las 5 claves para afrontar el cáncer y qué decirle (y qué no) a un paciente de cáncer
Valentía: primer mensaje a desterrar “¿Valentía es no tener miedo? Mal empezamos. Escuchamos con frecuencia frases de este estilo: “Ha sido un ejemplo y no ha perdido la sonrisa” ¿Cómo? La perdemos cada día por cosas nimias y alguien que está padeciendo una enfermedad que puede comprometer su vida, que cursa con tratamientos que implican dolor, malestar, limitaciones, y en muchas ocasiones cirugías, no ha perdido la sonrisa. Eso no es posible, y si ha sido así, ha hecho enormes esfuerzos por no expresar lo que sentía, quizá por no hacer daño al entorno o por ajustarse a esa idea equivocada de positivismo que se trasmite».
Afrontar la situación y la emoción. «Es muy importante hacer esta separación. Desde el punto de vista de las situaciones, se refiere a llevar a cabo todas las indicaciones que los profesionales de la salud le dan: dieta saludable, actividad física ajustada a su situación, adherencia a los tratamientos farmacológicos pautados, etc. Y en la parte emocional, hay que reconocer las emociones que aparecen, poniéndoles nombre y compartiéndolas: miedo, tristeza, rabia, irritabilidad, sensación de injusticia».
El afrontamiento evitativo «Hasta hace unos años, la palabra cáncer apenas se nombraba. Esto favorecía uno de los estilos de afrontamientos más típicos: el evitativo, la negación de la enfermedad, el hacer como que no está y no hablar de ella. Es muy normal que aparezca en los primeros momentos (suele ir de la mano del miedo) y algunos mensajes, en los que se insta al paciente a ser valiente y positivo, están favoreciendo también este tipo de afrontamiento».
Normalizar no es hacer como que no pasa nada «Que aparezcan personas influyentes que hablen de ello con naturalidad puede ayudar al paciente a afrontar mejor la enfermedad. Pero, a veces, el entorno que muchas veces no sabe cómo ayudar, tiende a minimizar: ‘Bueno, tranquilo, ya verás como va bien’. ‘Nada, tú no te preocupes, si hoy en día ya no es lo que era’. Esto, aunque pueda ser verdad, corta de raíz la posibilidad de que el paciente exprese todas sus emociones».
Cambiar el lenguaje del cáncer Ni batallas, ni guerreros. “El cáncer no se pelea, no gana el más fuerte, ni el que mejor lucha. Esto es muy peligroso, porque hace sentir al paciente, quien en ocasiones está desbordado por las emociones, que no está haciendo bien las cosas o que no está a la altura. El afrontamiento activo promueve conductas saludables, aumenta la adherencia a los tratamientos y la expresión y regulación de las emociones negativas y del estrés asociado a todo este proceso. Pero es un factor más, sumado a otros que resultan definitivos en muchos casos (estadio de la enfermedad, la respuesta a los tratamientos, genética, etc)».
Qué decirle (y qué no) a un paciente de cáncer
Muestra empatía «Porque ayuda a que la persona pueda contarnos todo lo que siente. ‘Jo, menuda faena, imagino que estarás asustado’. ‘Imagino que estarás sintiendo una mezcla enorme de emociones’. ‘Yo creo que estaría asustado’. No se trata de favorecer que se regocije y profundice en todas las posibles amenazas que tiene por delante, pero es conveniente darle pie a que exprese lo que siente».
Conversa con él «Para que centre su atención en todo lo que le han dicho que puede hacer, en las conductas que ha pensado llevar a cabo a partir de esa información que ha recibido, en las alternativas que se le han ocurrido para ejecutarlas, etc. Haciendo un esfuerzo porque no anticipe y se focalice en todo eso que está en su mano y en la de los médico, en el ‘ahora’.
No le riñas «La persona que está sufriendo un cáncer necesita un entorno que esté presente, empatice, escuche y acompañe. No gente que le diga que no va a pasar nada, le regañe o teorice sobre todo lo que tiene que hacer o intente hacerle reír y cambie de tema para que no piense en ello. Eso también, pero después de que haya desahogado y amortiguado la emoción».
Anímale a ser activo, pero con prudencia «Es muy bueno hacerle ver al paciente que puede hacer cosas por su enfermedad, porque le da sensación de control y favorece un estado de ánimo positivo. Pero no debemos hacerle único responsable del curso de su enfermedad, porque hay otros muchos factores que lo determinan».
Foto Silvia Martínez.
Muchas gracias Cristina. Sigue así divulgando temas incómodos pero muy necesarios.
Me ha encantado, Cris.
Son muchas las veces que nos fallan las palabras a la hora de escuchar (y querer escuchar).
Y ya no solamente como persona, sino como profesional de la salud.
Jo Mitre, que bien lo has descrito…justo ayer hablaba de este tema ( con mi querida ginecóloga Sonia Sánchez, a la que tu bien conoces), de como se afronta una noticia de este tipo de una manera inesperada y la reacción de los que te rodean….he tenido la suerte de tener y encontrar en este camino gente maravillosa, y los que no han sabido estar a la altura ( los menos) se han quedado por el camino….gracias Mitre me encantas!!!