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Por qué le pido a Dulceida que no salga fumando en Instagram

Antes de arrancar este post, voy a comenzar con un aviso porque a lo lejos ya intuyo el tsunami. No tengo absolutamente nada en contra de Aida Domenech, más conocida en redes sociales como Dulceida. No se trata de valorar su actividad profesional, ni voy a repasar algunas de sus (desafortunadas) declaraciones. Que yo no sea su público objetivo, no significa que le quite valor o menosprecie su trabajo. Todo lo contrario.

Alguien que acumula dos millones de seguidores en Instagram y otro millón y medio de suscriptores en su canal de YouTube (esa es una audiencia mayor que la de muchos medios tradicionales) merece ser tomada en serio. Por eso mismo, escribo esta entrada, apelando a la responsabilidad de todos los “influencers”. Figuras como la de Dulceida, que han nacido al calor de las redes sociales, y que en muchos casos parecen no ser del todo conscientes de la magnitud de su influencia como referentes de miles de personas, entre ellos, muchos adolescentes.

Y, ¿a cuento de qué viene todo esto y por qué me meto en semejante jardín? Porque precisamente la belleza de las redes sociales es darnos voz y, desde el respeto y el diálogo, creo que se puede construir.

El fin de semana pasado, Dulceida subió a su cuenta de Instagram una foto fumando. Muy estética, muy cool, e inocente para muchos. Como no pensaba lo mismo, comenté sobre la foto y le escribí por privado. Y los comentarios que recibí me dejaron, cuanto menos, perpleja. A día de hoy, no me ha contestado.

Dulceida

Esta es la foto que subió Dulceida a su perfil de Instagram

Dulceida

El comentario que le dejé en su cuenta de Instagram

¿Por qué lo hice? Porque el tabaco es cancerígeno (entre otras muchas cosas) y no cabe más discusión. Según datos de la AECC (Asociación Española contra el cáncer) más de cuatro millones de personas mueren cada año por fumar. El 30% de los cánceres, el 20% de las enfermedades cardiovasculares y el 80% de las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas (EPOC) están producidas por el consumo de tabaco.

Y, lo más relevante en este caso: aunque 6 de cada 10 jóvenes españoles de 14 años no fuma, el inicio del consumo de tabaco se produce durante la infancia y la adolescencia. Para poder abrir una cuenta en Instagram, el usuario debe tener 13 años, justo la misma edad a la que los jóvenes españoles comienzan a fumar. De hecho, la edad media en España es 13,2 años.

Aunque no tengo acceso a las estadísticas del blog y redes de Dulceida, puedo intuir por los comentarios, los vídeos y los eventos que organiza, que entre su inmensa legión de fans, la gran mayoría, son jóvenes en plena adolescencia, una etapa que arranca a los 10-12 años y finaliza entre los 18 y los 23 años, en las sociedades industriales, según apuntan las guías clínicas. Para la Organización Mundial de la Salud termina a los 19 años.

Antes de que alguien me diga aquello de que en el ejercicio de su libertad Dulceida puede fumar, me adelanto. Es libre de hacerlo, pero es un pésimo ejemplo para su comunidad sean o no menores de edad. Tener una audiencia de dos millones de seguidores es, también, una responsabilidad, porque el 50% de las personas que fuman regularmente morirá a causa del tabaco. En España, ya son más de 50.000 personas al año (con un coste sanitario de más de siete mil millones y medio de euros anuales). Y aunque la mayoría de las muertes relacionadas con el tabaco ocurren en hombres, en las mujeres se está produciendo un incremento anual del 7%.

¿No os parece esto es lo suficientemente grave como para pedirle a Dulceida que no salga fumando en su perfil? Yo creo que sí, porque un influencer SÍ influye, valga la redundancia.

“Solo hay que observar las redes sociales que manejan o introducir sus nombres en algún buscador para darse cuenta de cómo influyen en los adolescentes, porque son muchos los perfiles dedicados a homenajearlos, coleccionando fotos suyas y declarándose fans incondicionales”, explica la Dra Abigail Huertas, psiquiatra de niños y adolescentes en el Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid).

En una conferencia de 2014, el psiquiatra infantil y juvenil, el Dr. Josep Toro, explicaba que “los contenidos que se consumen en las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TIC) aumentan las conductas de riesgo en adolescentes, como el abuso de drogas, prácticas sexuales inseguras, conductas violentas, consumo de tabaco, actividad física inadecuada y hábitos alimentarios restrictivos, que explican el 70% de la mortalidad adolescente”.

Como detallan Marta Redondo, profesora de Psicología del Aprendizaje, y Amalia Escalona, profesora de Psicología Social, ambas de la Universidad Camilo José Cela, una de las formas que tenemos los seres humanos de aprender es lo que se llama el aprendizaje vicario o aprendizaje por observación en el que “se imita a modelos de mayor control social, prestigio o posición social elevada o relevancia social, como podrían ser, ahora, los influencers. Además, la adolescencia es una edad en la que la imitación cobra un papel fundamental. Se van dejando de lado los grupos de pertenencia (padres) y emergen con fuerza los grupos de referencia, de los que no solo se aprenden valores, también, comportamientos”.

Esto me suena a cuando nuestros padres nos decían aquello de “si fulanito se tira por una ventana, ¿tú vas detrás?”. Sin embargo, antes fulanito era el vecino, el amigo del colegio o el primo, pero, ahora, el término de comparación se multiplica por mil y está a golpe de click de manera constante. “La teoría de la acción razonada ha demostrado que en la adolescencia hay otro elemento que explica las conductas. Se trata de la percepción que tengo yo de lo que los demás piensan que debo hacer. Es decir, un chaval puede empezar a fumar, aunque su actitud hacia el tabaco sea muy negativa, si sus iguales o un influencer, que para él sean relevantes y modelos a imitar, le hacen ver que eso mola”, destacan las psicólogas.

Como explica Huertas, “el adolescente se juzga a sí mismo en función de cómo es percibido por los otros y se compara con ellos. De aquí resulta la construcción de su autoconcepto. La búsqueda del  reconocimiento por parte de los otros puede hacer que se fije en personajes públicos, que son admirados por las personas que son significativas para ellos, generalmente, sus amigos”.

¿Significa esto que estamos infravalorando la inteligencia de los adolescentes?

Presuponer que un adolescente tiene la misma madurez que un adulto y es siempre capaz de saber lo que le conviene, sin dejarse influir por ningún factor ambiental, es un error frecuente. La rebeldía como autoafirmación es común en los adolescentes, ser transgresores les permite sentirse únicos y diferentes, con valores y opiniones propias distintas a las de su familia. Crecer implica comprometerse y elegir, asumiendo las consecuencias de los propios actos. Cuando actúan por rebeldía, no eligen, están condicionados por la oposición a los adultos. Muchos adolescentes se inician en el consumo de sustancias tóxicas como acto de rebeldía”, explica la Dra Huertas.

Pero más allá de apelar a la responsabilidad y a la moral de los influencers, qué dice la ley: ¿es ilegal salir fumando en Instagram?

No. Aunque sí lo es salir mostrando un pezón, tal y como le ha sucedido a la actriz Marta Larralde, quien recientemente vio como Instagram borraba una foto suya amamantando a su bebé. Según los términos y condiciones de esta red social solo está prohibido postear fotos “que incitan a la violencia, discriminación, ilegales, desnudos, desnudos parciales, contenido pornográfico o sexual …”.

Los periodistas estamos sujetos a un código deontológico (un código de buena conducta que estudiamos en la universidad) pero, además, los medios tradicionales están legislados. La Ley 28/2005 define claramente que “se prohíbe en todos los medios de comunicación, incluidos los servicios de la sociedad de la información, la emisión de programas o de imágenes en los que los presentadores, colaboradores o invitados, aparezcan fumando o mencionen o muestren, directa o indirectamente, marcas, nombres comerciales, logotipos u otros signos identificativos o asociados a productos del tabaco”.

Sin embargo, Internet y, en concreto, el social media, parecen muchas veces el lejano (y salvaje) oeste. No voy a entrar en el tema del contenido patrocinado (solo recordar que en Estados Unidos el FTC obliga a las marcas y bloggers a dejar muy claro si hay relación comercial para evitar la publicidad encubierta), pero en España la legislación y la realidad parecen mundos paralelos.

¿Pueden considerarse las redes sociales como un medio en sí mismos? ¿Es Instagram un servicio de la sociedad de información? ¿Con dos millones de seguidores puede considerarse la cuenta de Instagram de Dulceida como un servicio de información?

Parece que no, porque el prestador del servicio, en este caso Instagram, según lo que he podido entender al leer sus condiciones de uso, presta sus servicios fuera del territorio español (si hay algún abogado en la sala que levante la mano) y se acoge a las leyes del estado de California (Estados Unidos) así que la ley antitabaco española, en este caso, no aplica. Legalmente Dulceida es libre de salir fumando. Pero Marta Larralde no puede salir amamantando. ¿Incongruencia?

La bloguera tiene derecho a la libertad de expresión en su propio medio y desde el punto de vista moral frente a los menores, serían los padres los responsables de que sus hijos accedan a un contenido inadecuado”, aclara el profesor de derecho de la Comunicación Max Römer Pieretti de la Universidad Camilo José Cela.

“La libertad de expresión pasa por la libertad de pensamiento y, en ese sentido, la bloguera está en su derecho de publicar las fotografías que ella considere”, explica. “Sin embargo, el hecho de ser un influencer no exime de pensar y actuar sobre la base de lo que se espera debe ser el sentido común”, apunta el experto.

Este post no es un ataque a la libertad de expresión de Dulceida, queda claro que puede hacer lo que quiera. Pero esto no le exime de cierta responsabilidad. Este post nace como una petición, hecha desde el máximo respeto, y poniendo en perspectiva el inmenso poder de influencia que tiene. El tabaquismo es un problema de una magnitud enorme y por eso, me atrevo a apelar a su sentido común. No estoy pidiendo a Aida Domenech, ni a ningún influencer, que asuman la educación de los más jóvenes, esa es tarea de sus padres, pero sí que sean responsables y conscientes, sobre todo, en lo que tiene que ver con la promoción de determinados hábitos perjudiciales para la salud, como el tabaquismo, que tanto dolor y sufrimiento provoca. La capacidad que tiene Dulceida de conectar con miles de adolescentes es brutal, así que imaginemos, por un momento, que se sumase a una causa, cualquiera que estuviese cerca de su corazón. No dudo de que lograría cambiar el mundo.

Consciente de su influencia desde aquí solo le pido: “Dulceida, no fumes. Al menos en Instagram”.

Si quieres dejar de fumar echa un ojo a esta página (gratis), a esta guía para dejar de fumar y a estas  aplicaciones. ¡Puedes!

Para aquellos padres a quienes les preocupa cómo gestionar el uso que hacen sus hijos de las nuevas tecnologías, voy a preparar otra entrada con información, aunque en su día ya publiqué un artículo en la revista ELLE Kids, pero me parece interesante retomar el tema, porque no es fácil gestionarlo.

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